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El Suceso

Un día tuve una extraña experiencia. Cuando me levanté y fui hasta la ventana para ver el mundo, como hacía todos los días, comprobé con asombro que éste me había dejado atrás. Sé que parece algo imposible, pero podía ver con total claridad que el mundo seguía su habitual recorrido por el tiempo y el espacio, mientras que yo me hallaba en una especie de pausa que me retenía en un presente sin futuro. La angustia y el miedo, viejos conocidos, me abrazaron mientras me preguntaba cómo me había podido pasar algo tan descabellado. Decidí salir de la habitación y fui hasta la puerta, pero al abrirla, quedé paralizado al comprobar que al otro lado no había nada, o mejor dicho, había una gran y absoluta nada que parecía estar esperándome. Horrorizado cerré la puerta y volví a la ventana, desde donde podía ver como el mundo continuaba su camino sin notar mi ausencia. Con manos torpes y temblorosas la abrí y grité pidiendo ayuda, pero como ya presentía, el mundo siguió indiferente su transcurrir sin ni siquiera reparar en mi grito, que fue engullido por la pesada atmósfera que rodeaba la ventana y sumía la habitación en una sorprendente calma chicha, que sin embargo, no parecía afectar al mar de edificios del resto de la ciudad. Hasta los pájaros y los insectos se mantenían a una prudencial distancia de mi ventana, como si supieran que este era un lugar prohibido para todos, excepto para mí. Estaba atrapado y sabía que cualquier intento de comunicarme con el exterior sería recompensado con un rotundo fracaso. Me quedé allí, sentado junto a la ventana, sin poder hacer nada mientras las horas seguían sin pasar, observando cómo en el exterior se sucedían los días y las noches, mientras que yo quedaba anclado en el mismo momento. Me encontraba, sin haberlo deseado, en un remedo de inmortalidad, apartado del tiempo y la entropía, apartado de todo y de todos.

Conforme el tiempo no pasaba, mi estado de ánimo iba cambiando. Del horror pasé a la rabia, de la rabia a la impotencia y de la impotencia por fin a la resignación, convencido de que los errores cometidos a lo largo de mi vida me habían traído a este momento fuera del tiempo y del espacio, y que este día sin mañana era mi merecida recompensa.

Y cuando pensaba que ya nada cambiaría, que nunca saldría de esa eterna prisión, llegó el viento. Entró por la ventana y recorrió toda la habitación llenándola de sonidos y olores de la ciudad, rompiendo su extraña atmósfera y devolviéndola al tiempo y el espacio. Un viento cálido y húmedo, que me envolvió y me trajo al mundo de nuevo.

Cuando salí de la habitación con la intención de no volver jamás, descubrí que había pasado un mes en el mundo mientras estuve allí encerrado. Desde entonces no me quedo mucho en un mismo sitio. Ha pasado el tiempo y aunque el recuerdo de ese día eterno sigue conmigo, nunca he vuelto a experimentar algo parecido, a pesar de mis continuos errores. Lo más curioso es que sigo apartado de casi todo, y mi vida se ha convertido en un interminable viaje hacia cualquier lugar que me lleve el viento, con la esperanza de que el mundo no me vuelva a dejar atrás.


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